Quien diga que no se lo ha preguntado nunca a altas horas de la madrugada acodado en la barra de un bar —cuando uno se plantea las cuestiones de importancia capital—, miente: ¿por qué las botellas de cerveza son de color marrón? La réplica obvia, solo para complicar aún más las cosas, es que no todas las botellas de cerveza son marrones. Las hay verdes, y algunas, como las de ciertas marcas mexicanas, son incoloras. ¿De qué depende? No es un tema banal: incluso ha sido estudiado por la ciencia.
¿Por qué se pone una rodaja de limón en el cuello de las botellas de cerveza de cristal blanco y no en las demás? Es un misterio que nunca ha quedado claro. Que si desinfecta la boquilla, que es para las moscas, que si una moda inventada por un camarero, un truco de marketing.
Muchos son los motivos expuestos y otros tantos son los interrogantes; pero sólo existe una razón científica que de alguna manera apoye este insólito hecho: por el deterioro que la iluminación causa en la cerveza.
Tanto la luz solar como la artificial fluorescente perjudican la calidad de la cerveza en forma irreversible. Los cerveceros han documentado el problema al menos desde 1875. Es por esa razón que las cervezas se envasan en general en botellas de color ámbar o verde, pues estas botellas tienen la capacidad de filtrar hasta un 85 % de los rayos ultravioletas.
Resulta necesario e indispensable tomar esta sencilla medida, ya que de lo contrario, en tiempo muy corto, los rayos ultravioletas dañarán el fino y elegante aroma, proveniente del lúpulo, transformándolo en un aroma desagradable fruto de una reacción fotoquímica que genera componentes sulfurosos.